martes, 6 de noviembre de 2007

un carnivoro cuchillo

Un carnívoro cuchillo
De ala dulce y homicida
Sostiene un vuelo y un brillo
Alrededor de mi vida.

Rayo de metal crispado
Fulgentemente caído,
Picotea mi costado
Y hace en él un triste nido.

Mi sien, florido balcón
De mis edades tempranas,
Negra está, y mi corazón,
Y mi corazón con canas.

Tal es la mala virtud
Del rayo que me rodea,
Que voy a mi juventud
Como la luna a la aldea.

Recojo con las pestañas
Sal del alma y sal del ojo
Y flores de telarañas
De mis tristezas recojo.

¿A dónde iré que no vaya
Mi perdición a buscar?
Tu destino es de la playa
Y mi vocación del mar.

Descansar de esta labor
De huracán, amor o infierno,
No es posible, y el dolor
Me hará mi pesar eterno.

Pero al fin podré vencerte,
Ave y rayo secular,
Corazón que de la muerte
Nadie ha de hacerme dudar.

Sigue, pues, sigue, cuchillo,
Volando, hiriendo. Algún día
Se pondrá el tiempo amarillo
Sobre mi fotografía.

martes, 23 de octubre de 2007

Literatura

este poema trata de un carnivoro cuchillo y su sentido es el arma, el cuchillo, que usan para herir y que el no puede escapar de esta arma mortal.
se da a conocer el sentido profunado a traves de una figura retorica llamada
Pregunta Retorica: ¿Adònde irè que no vaya
mi perdiciòn a buscar?
Tu destino es la playa
y mi vocaciòn el mar.
este poema me provoca ganas de cambiar el destino que tiene este hombre, que puedo romper el destino y lo que mas me atrae de este poema es la forma en que expresa el autor este sentimiento, lo ejemplifica con el cuchillo,la arma que lo acecha.

martes, 16 de octubre de 2007



Jasòn

Soy un heroe mitologico griego, mis padres fueron esòn y alcìmeda, reyde yolcos, quien fue destronado por su hermano Pelias, el consultò a un oraculo y este le advirtio de que un hombre que le faltaba una sandalia pondria en peligro el trono del hermano de mi padre.

Fui educado por el oraculo Quiròn hasta que fuì adulto, ya a los 20 años de edad me dirigi a yolcos a buscar el trono que me pertenecia. En el camino tube quecruzar un rio en dondeperdi una de mis sandalias. Al llegar a la ciudad fui llamado por mi tio pelias y este al ver que me encontraba sin una sandalia recordò lo que el oraculo le dijo y me envio a una dificil mision :
viajar hasta la Cólquida y traer de allí el vellocino de oro, que había sido la piel de un carnero fabuloso que había salvado la vida a Frixo, antepasado de Pelias, y lo había trasladado a la Cólquida. Allí Frixo ofreció en sacrificio a Zeus este carnero y luego regaló la piel del animal, que era de oro, al rey Eetes, que lo depositó en un árbol custodiado por dos toros que arrojaban fuego por la boca y una serpiente que nunca dormía.

Fui acompañado por un grupo de unos 50 heroes griegos. Le encargè la construccion del navìo
a Argos, que de este nacio el nombre de "Argo" para la nave en honor a su constructor, Argos, y del nombre de la nave tomaron el nombre mi tripulacion "argonautas". Ya reunidos mis marineros y yo nos dirigimos a Còloquida.

No mucho despeues llegamos a la isla Lemnos, dondesolo habitaban mujeres. su reina, Hpsìpila, que se enamorò de este encantador heroe, yo, me contò deque estas mujeres habian sido castigadas por la diosa Afrodita, al no rendirle culto, esta les impregnò tan desagradable olor que los hombres se alejaban de ellas. Mis hombres permanecieron un tiempo conellas y luego se marcaharon.
despues de pasar por varios paises, llegamos a salmideso donde encontramos a Fineo, ciego y adivino, al que nosotros ayudamois a deshacerse de las Harpías, monstruos voladores con rostro de mujer, garras y alas, que, cumpliendo un castigo impuesto por los dioses, impedían que Fineo pudiera alimentarse.
Fineo, en agradecimiento, nos informó sobre el camino a seguir hasta la Cólquida y además nos dijo cómo podíamos superar el peligro que nos esperaba al llegar a las Rocas Azules, dos enormes peñascos flotantes en continuo movimiento que chocaban entre sí aplastando a todos los que pretendían pasar entre aquellaspiedras.

despeus de este reto, llegamos porfin a Cólquida. Yo, Yason anuncie a mi rey, Eetes, mi propósito. El nos dijo que le dejaría llevarse el vellocino de oro si antes le conseguía uncir a los dos toros que lo custodiaban, arar un campo con ellos, arrojar sobre los surcos unos dientes que había entregado Atenea al rey y luego vencer a una serpiente que nunca dormía y que permanecía al pie del árbol donde se hallaba el vellocino. Medea, la hija del rey Eetes, que era hechicera, se enamoró apasionadamente de mi y me ayudó a llevar a buen término su hazaña , poniendo en práctica su brujería.

Me dio una pócima mágica para que no le hicieran daño los toros monstruosos. Habiendo conseguido uncir a los toros, lanzè los dientes sobre los surcos hechos en la tierra.

De ellos brotaron cientos de hombres armados que se lanzaron contra el héroe, pero, siguì las instrucciones de Medea, arrojè una piedra entre ellos y los ejércitos se enfrentaron entre sí. Luego, Medea provocó un terrible sueño a la serpiente, yo me apoderè de la preciada piel y hui con mis hombres, con Medea y con el hermano de ella, Apsirto, en mi embarcación.

Los hombres de Eetes persiguieron a la nave y Medea mató a su hermano, lo despedazó y lo arrojó al mar. El rey Eetes recogió los restos de su hijo y perdió de vista a mis hombres.
Después de esto, mis hombres emprendieron el regreso sorteando diversos peligros.

Finalmente llegamos a Yolcos. Allí Pelias recibió de mi el vellocino y luego murió, a manos de sus propias hijas, debido a una artimaña de Medea. Medea y yo huimos a Corinto. Tuvimos dos hijos. Perorepudì a mi mujer para casarme con Glauca, hija del rey de Corinto.
Medea, para vengarse de mi , acabó con la vida de Glauca y con la de los hijos que habíamos.

martes, 25 de septiembre de 2007

el criminal insospechado.

La noche estaba fría, se percibía un ambiente hostil en las calles. Cuando el reloj marcaba las 12 de la noche del dia 6 de mayo de 1930 John Williams se dirigía a su casa después de una larga jornada de trabajo en su oficina en el centro de la ciudad.
John estaba agotado, caminaba a duras penas cuando sucedió lo inimaginable. Se sintió un golpe seco por la espalda, y John calló al suelo. El pavimento se tiño de rojo. Solo los arboles fueron testigos de ese crimen, crimen que solo una persona podía resolver: Wilson Roberts. Éste Hombre tenía un gran prontuario de casos resueltos, pues en todos abundó su acierto de Detective.
Esa misma noche partió al lugar y a pocas horas de haberlo llamado la policía para que resuelva el crimen, al llegar al sitio, se encontró con que los autores de este crimen habían actuado con gran brutalidad. Al ver esto se le vino un nombre a la cabeza: Charles “Feo” McDonald.
la busqueda fue intenciba por toda la ciudad hasta que lograron encontrarlo ,estaba en su casa
que se encontraba fuera de la ciudad y los policias se lo llevaron para que wilson lo investigara.
cuando los policias llegaron con el sospechoso a la oficina ,wilson lo encontro muy tranquilo ,no tenìa aspecto de ser sospechoso ,ni de aver cometido algùn crimen.
así que wilson lo dejo libre y este serìa uno de los mas complejos de los que hubiera tenido que resolver.
al día siguiente volvio a la escena del crimen para buscar allí alguna pista que lo llevara a resolver este tan complejo caso ,así que todo el día estuvo allì hasta que encontro una pista clave
que era que en lugar del crimen se encontraba un pañuelo de seda elegante , así que lo llevo a un laboratorio para saber de quien era y le dijieron que los resultados iban a estar al otro día por la mañana,entonces se fue a su casa a dormir.
por la mañana se levanto muy temprano y había un muy mal tiempo. al llegar al laboratorio le entregaron un sobre con los resultados y se encontro la gran sorpresa que el pañuelo era de la esposa de john williams así que fue rapidamente donde ella ,se encontraba muy nerviosa por esta sorpresiva visitawilson, la comenso a interrogar y inmediatamente se dio cunta que ella era la culpable ,pero ella no quería confesar así que wilson la comenzo a mortificar hasta que confezo
el brutal asesinato y el le preguntó el motivo del crimen y ella le dijo que era por que ella era vìctima del maltratos por parte de él y que ella varias veces lo habìa denunciado pero no fue tomada en cuenta por los policias y ella se vio obligada a tomar la justicia por sus propias manos.
wilson la tomo detenida y ella fue condenada a 10 años y un día.

Sir Arthur Conan Doyle

Sir Arthur Conan Doyle nacio en Escocia el 22 de mayo de 1859 Doyle se educó en stonyhurts y estudió Medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Edimburgo, Fue el doctor Bell, profesorde la universidad quien inspiró a Doyle gran parte de la personalidad de Sherlock Holmes, su mayor obra.

Fue cirujano en el ballenero groenlandés Hope y después sirvió como médico del ejército en Sudáfrica durante la Guerra de los Bóers y a su regreso le fue otorgado el título de Sir en 1902 por los servicios prestados así como por los dos libros que escribió sobre el conflicto bélico.

Doyle comienza a escribirpor diversion mientras el esperaba a sus pacientes en su consulta, donde escribio dos obras de Sherlock Holmes: Estudio en Escarlata y Signo de los Cuatro, pero su gran popularidad la alcanzo con la publicacion de el detective Sherlock Holmes en "un escandalo en bohemia".Este exito hizo que se dedicara a tiempo completo a la escritura de nuevas aventuras, pero el exitoalcanzado por este libro termino por aburrir alautor por lo que decidio por matar a Sherlock holmes. La gente pedia a grito que volviera el personaje y este hizo caso de ello y Sherlock holmes reaparecio en el libro "la casa vacia".Sin embargo Doyle siempre prefirio sus otras obras de romance.por otro lado el tenia una fuerte creencia en lo sobre natural y lo hizo publico en unarevista dedicandole grean parte de su vida a esta creencia.

LA PRUEBA.

Sherlock Holmes extrajo un frasco de un anaquel y la jeringa hipodérmica de su estuche. Con sus dedos largos, blancos y nerviosos, ajustó la delicada aguja y se enrolló la manga izquierda de su camisa. Durante un momento sus ojos se apoyaron pensativamente en su brazo nervudo, lleno de manchas y con innumerables cicatrices, causadas por las frecuentes inyecciones. Finalmente se introdujo la aguja delgada, presionó el pequeño pistón, se la sacó, y se dejó caer en un sillón forrado de terciopelo, con un profundo suspiro de satisfacción.
Tres veces al día, durante muchos meses, había sido yo testigo de este espectáculo, pero, a pesar de ello, no me resignaba a seguir viéndolo. Por el contrario, día con día me sentía más irritado a su vista. El remordimiento me quitaba el sueño al pensar que me faltaba valor suficiente para protestar. Una y otra vez me había prometido abordar aquel tema escabroso, pero había algo en el aire frío y tranquilo de mi compañero, que me impedía decidirme a hacerlo. Sus facultades casi adivinatorias, su disciplina mental y sus cualidades extraordinarias, me inhibían y me hacían sentir inferior y torpe.

miércoles, 15 de agosto de 2007

El coleccionista de sonrisas


El 26 de agosto de 1990, en la segunda página del ‘The New York Times’, se publicó la fotografía de un atentado producido durante la invasión de Irak a Kuwait. A pocos metros de los cadáveres de un par de civiles, una niña miraba lo que parecía ser una muñeca, mientras que el artículo correspondiente mencionaba a 18 kuwaitíes exiliados, que recordaban a sus más de 500 compatriotas muertos. Y si bien existía una relación entre el texto y la imagen, el rostro de la niña hablaba de otra historia, que no tenía nada que ver con los personajes retratados. Era como si ella hubiese acabado de sonreír hacía un segundo.

Albert O"remor no era corresponsal de guerra, pero a su representante le fue sencillo contactar con el ‘Times’ y venderle los derechos de la fotografía, porque O"remor gozaba de cierto prestigio en el ámbito artístico neoyorquino. Aunque prestigio no es el término más adecuado para definir su posición en ese gremio. Prácticamente no se hablaba de la calidad de su trabajo, sino del tema recurrente que siempre abordó en sus obras, derivando las conversaciones hacia los posibles orígenes de su obsesión, donde las opiniones eran encontradas e iban de lo dramático a lo sublime, pasando incluso por la burla. En lo que sí estaban todos de acuerdo era en que su ‘enfermedad’ era degenerativa. Si no fuese así, por qué otra razón viajó a Kuwait a retratar a esa niña, por qué necesitaba situaciones cada vez más dolorosas para capturar una sonrisa.

Albert O"remor, de madre danesa y padre irlandés, nació en Baltimore, Estados Unidos, en 1958. Ya a sus cuatro años, Albert comenzó a manifestar una especial atracción por las sonrisas ajenas y, con el tiempo, pasó a convertirse en una profunda fascinación, despertando un incontrolable deseo por coleccionarlas. En su octavo cumpleaños, le obsequiaron una ‘Instamatic 133 de Kodak’. Como era de suponer, al comienzo, cualquier sonrisa le valía, mas ese comienzo fue muy breve, porque el mismo día en el que le regalaron la cámara, agotó el carrete con los rostros de los invitados que posaron para él y no pudo ver las imágenes hasta tres semanas después, cuando consiguió ahorrar lo suficiente para revelar los negativos.

Tras esa primera experiencia, se dedicó a sorprender a sus familiares con la intención de obtener sonrisas espontáneas. Los flashes provenían de debajo de una cama, del asiento posterior del coche, de entre las ramas, del armario y de cuanto lugar le sirviese para su cometido. Una vez completado su décimo álbum, volvió a cuestionarse, optando por incluir a desconocidos. Así lo hizo durante más de una década.

A pesar de aparentar ser un dato irrelevante, antes de proseguir, me gustaría destacar una de las series que formó parte de este período, compuesta por las sonrisas de una hippie que mostraban las distintas variaciones de la expresión con respecto al tipo de droga que ella había consumido. Esta serie -no en ese momento, pero sí cuando reflexionó al respecto- ocasionó que O"remor hiciese una pausa prolongada. Los siguientes dos años no tomó ninguna fotografía, los empleó en clasificar las 16,478 que ya tenía. Fue consciente de que una sonrisa al despertar tenía distintos matices que una al acostarse, que la de su hermano menor era distinta cuando veía a su madre que cuando veía a su padre, que la de su abuelo variaba en el día y no con la edad, que una sonrisa no era más bella por el rostro sino por la sinceridad y que, sin excepción, todos teníamos la capacidad para mostrarla. En ese punto tuvo dos sensaciones. Su colección era bella; sin embargo, no era tan especial. Cualquiera podría tener una como la suya, simplemente era una cuestión de tiempo y dedicación. Se quedó en blanco tres años más.

En 1984, volvió a coger la cámara bajo la siguiente premisa: “Todos podemos sonreír, pero no todos somos iguales”. Se puso a fotografiar a personas famosas. Le duró una semana. Las revistas de un quiosco contenían más de las que él podría conseguir en toda su vida. Se sintió estúpido por haber planteado una premisa tan vulgar. Lanzó otra: “Todos podemos sonreír, pero a unos les cuesta más”. Con el ánimo renovado, retrató a mendigos, minusválidos, a payasos sin disfraz, soldados de guardia y a cuanto estereotipo se le cruzó por la mente. Se dio cuenta de que no era tanto un asunto de personas… y se atrevió a lanzar una tercera: “Todos podemos sonreír, pero hay momentos en que nos es casi imposible hacerlo, porque no nos nace o nos lo prohibimos”.

Albert pasaba las mañanas observando los entierros y, en las noches, hacía guardia en la sección de urgencias de los hospitales. Una que otra vez, para variar la rutina, se asomaba a los incendios y a otras desgracias ocasionales, conducta que fue muy criticada tanto por algunas instituciones sociales como por la mayoría de los artistas neoyorquinos. No obstante, O"remor sostenía, de cara a sí mismo, que una sonrisa, en un momento de tragedia, evitaba que se destrozasen fibras emocionales profundas. Para valorar mejor su perspectiva, es necesario enfatizar que a él le deslumbraban las sonrisas y no las risas (ya sean con gracia o histéricas).

Unos meses antes de que Irak invadiera Kuwait, Albert O"remor se había instalado en Oriente Medio. Quería saber cómo eran las sonrisas de las personas que vivían en una tragedia constante. Sin duda, su fascinación lo colmó. Eso explica que el día en el que retrató a la niña del ‘Times’, cuando se produjo la explosión seguida de un tiroteo, en lugar de correr, le regaló la muñeca a la niña, para fotografiarla. En medio de esa sesión, una bala lo alcanzó. La pequeña dejó la muñeca y cogió la cámara.

Tras su muerte, se realizó la primera exposición sobre su trabajo. La galería Leo Castelli presentó la “Smile"s Collection”, incluyendo la foto que tomó la niña kuwaití, la única en la que aparecía Albert O"remor.

escrito por Rafael R. Valcárcel